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San Agustín

dezco dolores y tormentos en esta voraz llama»; si no viera que está la respuesta en la mano, qué tal era aquella llama, cuáles eran los ojos que levantó y con que vio á Lázaro, y cuál la lengua para quien deseaba una gotita de agua, y cuál el dedo de Lázaro con que pedía que se le hiciese aquel beneficio; y, con todo, las almas allí estaban sin sus cuerpos. Así también era incorpórea aquella llama con que se abrasaba, y aqueIla gotita de agua que pedía, cuales son también las visiones de los que en sueños ó en éxtasis ven objetos incorpóreas, pero que tienen semejanza de cuerpos; porque el mismo hombre, aunque se halla en tales visiones con el espíritu y con el cuerpo, con todo, de tal suerte entonces se ve á sí semejante á su mismo cuerpo, que de ningún modo se puede discernir ni distinguir. Mas aquella terrible gehenna que la Escritura llama igualmente estanque de fuego y azufre (1), será fuego corporeo y atormentará á los cuerpos de los hombres condenados, y á los aéreos de los demonios; ó de los hombres los cuerpos con sus espíritus y de los demonios los espíritus sin cuerpo, juntándose al fuego corporal para recibir tormento y pena, y no para darle vida; porque como dice la misma Verdad, un mismo fuego ha de ser el que ha de atormentar á los unos y á los otros.



CAPÍTULO XI

Si es razón y justicia que no sean más largos los tiempos de las penas y tormentos que lo fueron los de los pecados.


Pero aquí algunos de estos contra quienes defendemos la Ciudad de Dios, imaginan ser una injusticia que (1) Apocalipsis, cap. XX.