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La ciudad de Dios

Jesucriato (1): «ldos de mí, malditos, al fuego eterno, que está preparado al demonio y á sus ángeles»; porque también los demonios tienen sus peculiares cuerposcomo han opinado personas doctas, compuestos de este aire craso y húrnedo cuyo impulso sentimos cuando corre viento; porque si este elemento no pudiese padeeer del fuego, en los baños, cuando está caliente no quemaría; pues para que pueda quemar, primero ha de encenderse. Pero si dijese alguno que los demonios no tienen figura alguna de cuerpo, no hay motivo para que en este punto nos molestemos por averiguarlo, ó para que obstinadamente los disputemos: porque ¿qué razón hay para que no digamos que también los espíritus incorpóreos pueden ser atormentados con el fuego corpóreo, por un modo admirable, paro verdadero; puesto que los espíritus humanos, que son sin duda incorpóreos, pudieron ahora encerrarse en los miembros corporales, y entonces se podrán juntar y enlazarse indisolublemente con sus cuerpos? Seguramente se juntarían si no tuvieran cuerpo alguno los espíritus de los demonios, ó, por mejor decir, los espíritus demonios, aun que incorpóreos, con el fuego corporal para ser atormentados, no para que el mismo fuego con que se unisren con su ayuntamiento sea inspirado y se haga animal que conste de espíritu y cuerpo, sino, como dije, para que, juntándose con modo admirable é inefable, reciban del fuego pena, y no para que den vida al fuego; porque también este otro modo con que los espiritus se unen con los cuerpos y se hacen animales, y no es admirable, le puede dar alcance el hombre, siendo lo mismo que es el hombre. Pudiera decir que arderán los espíritus sin tener cuerpo, como ardía en los calabozos obscuros del infierno aquel rico cuando decía (2): «Pa(1) San Mateo, cap. XXV.

(2) San Lucas, cap. XVI.