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San Agustín

corten, dice (1): «Mejor será que entres manco en la vida, que ir con dos manos al inflerno al fuego inextinguible, donde el gusano de los condenados nunca muere, y su fuego jamás se apaga». Lo mismo dice del pie en estas palabras (2): «Mejor será que entres cojo en la vida eterna, que no con dos pies te echen en el infierno al fuego perpetuo, donde el gusano de los condenados jamás muere, y el fuego nunca se apaga». Lo mismo dice también del ojo: «mejor es que entres con un ojo en el reino de Dios, que no con dos te echen al fuego del infierno, donde el gusano de los condenados jamás muere, y el fuego nunca se apaga». No reparó en repetir tres veces en un solo lugar unas mismas palabras, ¿A quién no infundirá terror esta repitición y la amenaza de aquellas penas, tan rigurosa de boca del mismo Dios? Mas los que quieren que estas dos cosas, el fuego y el gusano, pertenecen á los tormentos del alma, y no a los del cuerpo, dicen que los desechados del reino de Dios también se abrasan y queman en la pena y dolor del alma, que tarde y sin utilidad se arrepienten; y por eso pretenden que no sin cierta conveniencia se pudo poner el fuego por este dolor que así quema, pues dijo el Apóstol (3): «Quién se escandaliza sin que yo no me queme y abrase?» Este mismo dolor igualmente creen que se debe entender por el gusano; porque escrito está, añaden (4): «que así como la polilla roe el vestido, y el gusano el madero, así la tristeza consume el corazón del hombre». Pero los que no dudan que en aquel tormento ha de haber penas para el alma y para el cuerpo, dicen que el cuerpo se abrasará con el fuego, y el alma será roida en cierto modo por (1) San Marcos, cap. IX, v. 12.

(2) Idem, Evang, lug. cit., v. 44.

(3) San Pablo, II ep. á los Corintios, cap. II.

Proverbios, cap. XXV.

(4)