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La ciudad de Dios

curiosidad los ánimos de los hombres que merecen semejante castigo) adivinen la verdad, ya por decir muchas cosas, acaso tropiecen con alguna que sea verdad; porque tales portentos, que se obran como contra el orden de la naturaleza, y así se dice (con el cual modo de hablar, dijo también el Apóstol que el acebuche injerto contra su naturaleza en la oliva, participa de la crasitud de la oliva), y se llaman monstruos, ostentos, portentos y prodigios, nos deben monstrar, significar y pronosticar que ha de hacer Dios lo que dijo que había de hacer de los cuerpos muertos de los hombres, sin que se lo impida dificultad alguna, ó le ponga excepción ley alguna natural. Y de que así lo expresó, creo que con claridad lo he manifestado en el libro antecedente, recopilando y tomando de la Sagrada Escritura en el Viejo y Nuevo Testamento, no todo lo que toca á este propósito, sino lo que me pareció suficiente para la comprobación de la doctrina comprendida en esta obra.



CAPÍTULO IX

Del infierno y calidad de las penas eternas.


Infaliblemente será, y sin remedio, lo que dijo Dios por su Profeta en orden á los tormentos y penas eternas de los condenados: «que su gusano nunca morirá, y su fuego nunca se extinguirá»; porque para recomendarnos esta doctrina con más eficacia, también nuestro Señor Jesucristo, entendiendo por los miembros que escandalizan al hombre todos aquellos que cada uno ama como á sus miembros, y ordenando que éstos se

Tomo IV.
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