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San Agustín

de la naturaleza acerca del cielo y de la tierra, como el ordenado curso de las estrellas? ¿Qué cosa hay que tenga leyes más constantes? Y, sin embargo, cuando quiso el que rige y gobierna con sumo imperio lo que crió, la estrella que por su magnitud y brillantez entre las demás es muy conocida, mudó el color y grandeza de su figura, y, lo que es más admirable, el orden y la ley fija de su curso y movimiento. Turbó sin duda entonces, si es que las habia ya, algunas reglas de la astrología, las cuales están fijadas con una cuenta tan exacta y casi inequivocable sobre los cursos y movimientos pasados y futuros de los astroa, que rigiéndose por estos cánones ó tablas se atrevieron á decir que el figurado prodigio de la estrella de Venus jamás había sucedido. Sin embargo, nosotros leemos en la Sagrada Escritura que se detuvo el sol en su curso, habiéndolo suplicado así á Dios el varón santo Josué, hasta acabar de ganar una batalla que tenía principiada; y que retrocedió, para significar con este prodigio que Dios ratificaba su promesa de prolongar la vida del rey Ezequías quince años. Pero aun estos milagros que sabemos los concedió Dios por los méritos de sus siervos, cuando nuestros contradictores no niegan que han sucedido, los atribuyen á la influencia de las artes mágicas, como lo que referí arriba que dijo Virgilio (1): «de la maga que hacía suspender las corrientes de los ríos y retroceder el curso de los astros». En la Sagrada Escritura leemos también que se detuvo un río por la parte de arriba, y corrió por la de abajo, marchando el pueblo de Dios con su capitán Josué, de quien arriba hicimos mención, y que después sucedió lo mismo, pasando por el mismo río el profeta Elías, y después el profeta Eliseo; y que se atrasó el mayor de los planetas, (1) Virgilio, lib. XV. Eneida.