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San Agustín

que les demos otra razón eficaz, cuando no dan crédito á algún prodigio, considerándolo imposible, y á au petición de que expliquemos la causa les respondemos que esta es la voluntad de Dios Todopoderoso, el cual no por otro motivo se llama Todopoderoso, sino porque todo lo que quiere lo puede; como pudo criar tantos y tan prodigiosos entes, que si no se viesen ó lo refiriesen aun hoy testigos fidedignos, sin duda parecerían imposibles, no sólo los que referí que son muy ignorados entre nosotros, sino los que son sumamente notorios. Los que los autores refieren en sus libros dando cuenta de ellos personas que no tuvieron revelación del Espíritu Santo, y como hombres quizá pudieron errar, puede cada uno, sin justa reprensión, dejarlos de creer. Porque tampoco yo quiero que temerariamente se crean todas las maravillas que relacioné, mediante á que no las doy asenso, como si no me quedase duda alguna de ellas, á excepción de las que yo mismo he visto por experiencia, y cualquiera fácilmen te puede experimentarlas, como el fenómeno de la cal, que hier ve en el agua y en el aceite esta fría; el de la piedra imán, que no sé cómo con su atracción no mueve una pajilla y arrebata el hierro; el de la carne del pavo real, que no admite putrefacción, habiéndose corrompido la de Platón; el de que la paja esté tan fría que no deje derretirse la nieve, y tan caliente que haga madurar la fruta; el del fuego, que siendo blanco y resplandeciete, según su brillo, cociendo las piedras las convierte en blancas y contra esta su blancura y brillantez quemando varias cosas, los obscurece y vuelve negras.

Semejante á éste es aquel prodigio de que con el aceite claro se hagan manchas negras, como se hacen también líneas negras con la plata blanca, y también el de los carbones, que con el fuego se convierten en otra esencia tan opuesta, que de hermosísima madera se vuel-