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San Agustín

dos ó por venir, como no podemos manifestárselos que los vean por sus mismos ojos, nos piden la causa y razón de ellos, la cual, como no se la podemos suministrar (porque exceden las fuerzas del entendimiento humano), imaginan que es falso lo que les decimos. En cambío debieran, de tantas maravillas como podemos ver ó vemos, darnos también la razón. Y si advierten que no es posible al hombre, nos habrán de confesar precisamente que no por eso dejó de ser alguno de los portentos que notamos, ó que no habrá de ser porque no pue—da darse razón de ellos, supuesto que tales suceden también y los hay, de los cuales no puede asignarse directamente la causa. Así que, no iré discurriendo por infinitas particularidades que están escritas, de las quehan acontecido y han pasado ya, sino de las que existen todavía y se conservan en ciertos parajes, donde si alguno quisiere y pudiere ir, averiguará si son ciertas, y solamente referiré algunas pocas. Dicen que la sal de Agrigento, en Sicilia, acercándola al fuego se deshace y derrite como en agua, y poniéndola en agua chasquea y salta como en el fuego. Y que entre los Garamantas hay una fuente tan fría por el día que no puede beberse, y tan caliente de noche que no puede tocarse. Que en Epiro se halla otra fuente en la cual las hachas, como en las demás, se apagan, estando encendidas; pero, lo que no sucede en las demás, se encienden estando apagadas. Que la piedra asbestos, en Arcadia, se llama así porque, una vez encendida, nunca puede ya apagarse. Que la madera de cierta higuera de Egipto no sobrenada como las otras maderas en el agua, sino que se hunde; y lo que es más admirable, habiendo estado algún tiempo en el fondo, vuelve de allí á subir á la superficie del agua, cuando estando mojada debía ser más pesada con el peso del líquido. Que en la tierra de Sodoma se crían ciertas manzanas que llegan al