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La ciudad de Dios

% virtud que no sólo tenía en sí la piedra, sino que se difundía y pasaba por tantos cuantos tenía suspensos, atados y trabados con lazos invisibles? Pero causa aún mejor admiráción lo que supe de esta piedra por testimonio de Severo, obispo de Mileba, quien me refirió haber visto, siendo Batanario gobernador de Africa, y comiendo en su mesa el obispo, que sacó esta misma pie —dra, y teniéndola en la mano debajo de un plato de plata, puso un hierro encima del plato, y después, así como por abajo movía la mano en que tenía la piedra, así por arriba se movía el hierro, revolviendole de una parte á otra con una presteza admirable: he referido lo que ví y oí al obispo, á quien di tanto crédito como si yo mismo lo hubiera presenciado. Diré asímismo lo que he leído de esta piedra imán, y es, que si cerca de ella ponen el diamante, no atrae al hierro, y si le hubiese ya Tevantado, le suelta al punto que le aproximan el diamante. De la India se transportan estas piedras; pero si habiéndolas ya conocido, dejamos de admirarnos de ellas, cuanto más aquellos de donde las traen, si acaso las tienen muy á mano, y podrá ser que las posean como nosotros la cal, de la que no nos admiramos en verla de una manera que asombra hervir con el agua con que se suele matar el fuego, y no hervir con el aceite, con que se acostumbra encender el fuego, por ser cosa ordinaria y tenerla muy á la mano.



CAPÍTULO V

Quántas cosas hay que no podemos conocerlas bien, y no hay duda de que las hay.


Sin embargo, los infieles é incrédulos, cuando les anunciamos y predicamos los milagros divinos, pasa

Tomo IV.
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