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San Agustín

muerto se duele, ni vivo sin el alma se duele. Así que, si procediera bien el argumento de que puede suceder la muerte, porque pudo también suceder el dolor, más propiamente pertenecería el morir al alma, á quien toca con más razón el dolerse; mas como aquella que puede más propiamente dolerse no puede morir, no se prueba que porque aquellos cuerpos hayan de estar en dolores, creamos también que han de morir. Dijeron algunos platónicos que de los cuerpos terrenos y de los miembros enfermizos y mortales le proviene al alma el temer, el desear, el doler y alegrarse. Por lo cual dijo Virgilio (1): «De aquí procede (refiriéndose á los enfermizos y mortales miembros del cuerpo terreno) que teman, codicien, se duelan y alegren. Pero ya los convencimos en el libro XIV de esta obra, de que tenían las almas, hasta las purificadas, según ellos, de toda la inmundicia y vascosidad del cuerpo, un deseo terrible con que nuevamente principian á querer volver á los cuerpos; y donde puede haber deseo, sin duda también puede haber dolor; porque el deseo frustado, cuando no alcanza lo que anhela, ó pierde lo que había conseguido, se convierte en dolor. Por lo cual, si el alma, que es la que sola ó principalmente siente dolor, sin embargo, á su manera tiene cierta inmortalidad propia y peculiar suya, no podrán morir aquellos cuerpos, porque sentirán dolor. Finalmente, si los cuerpos hacen que las almas sientan dolor ¿por qué diremos que les pueden causar dolor, y no les pueden causar la muerte, sino porque no se sigue inmediatamente que causa la muerte lo que causa el dolor? ¿Y por qué motivo será in creible que de la misma manera aquel fuego pueda causar dolor á aquellos cuerpos, y no la muerte, como los mismos cuerpos hacen doler y sentir á las almas, á las (1) Virgilio, lib. VI. Eneida.