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La ciudad de Dios

plir, con el favor de Dios, nuestra promesa: el uno tratará de las penas de los malos, y el otro de la felicidad de los buenos. En ellos principalmente, con los auxilios del Altísimo, refutaremos los argumentos humanos que les parece á los infelices que hacen y pro'ponen sabiamente contra lo dicho y contra las promesas divinas, y desprecian como falsos y ridículos los sa·ludables pastos con que se alienta y substenta la fe que nos da la salud eterna. Pero los que son sabios, según Dios, para todo lo que pareciere increíble á los hombres, con tal que esté en la Sagrada Escritura, cuya verdad de muchos modos está establecida, tienen por indisoluble argumento la verdadera omnipotencia de Dios, el cual saben por cierto que en manera alguna pudo en ella mentir, y que le es posible lo que se le hace imposible al incrédulo é infiel.

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