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San Agustín

cuando le vistieron con la ignomíniosa vestidura y le coronaron de espinas, cuando le hirieron con la caña en su cabeza, y haciendo burla de él, puestos de rodillas le adoraron, cuando llevaba acuestas su cruz y cuando estaba clavado en el madero de la cruz. Y así, siguiende no solamente la una interpretación, sino juntándolas ambas, y leyendo que le ultrajaron y enclavaron, más plenamente reconocemos la verdad de la pasión del Señor.

Cuando leemos en los profetas que vendrá Dios á hacer el juicio final, aunque no se ponga otra distinción, sólo por causa del mismo juicio debemos entender á Cristo; porque aunque el Padre juzgará, sin embargo, juzgará por medio de la venida del Hijo del Hombre.

Tampoco él ha de juzgar a ninguno por la manifestación de su presencía (1), «sino que el juicio universal de todos le tiene entregado á su Hijo», el cual se manifestará en traje de hombre para juzgar, así como siendo hombre fué juzgado. ¿Y quién otro puede ser aquel de quien asimismo habla Dios por Isaías bajo el nombre de Jacob y de Israel, de cuyo linaje tomó su bendito cuerpo, cuando dice así (2): «Ved aquí á Jacob mi siervo, yo le recibiré, y á Israel mi escogido le ha agradado mi alma? Le he dado mi Espíritu, manifestará el juicio á las gentes. No clamará ni cesará, ni se oirá fuera su voz. No quebrantará la caña quebrada, ni apagará el pábilo que humea, sino que con verdad manifestará el juicio. Resplandecerá y no le quebrantarán hasta que ponga en la tierra el juicio, y esperarán las gentes en su nombre». En el hebreo no se lee Jacob é Israel; lo que allí se lee es «mi siervo»», porque los Setenta intérpretes, queriendo advertir cómo ha de entenderse (1) San Juan, cap. V.

(2) Isaias, cap. XLII.