Hay otro lugar en Zacarías que nos manifiesta lo mismo con toda evidencia, es decir, que el Todopoderoso envió al Todopoderoso. ¿Quién á quién, sino Dios Padre á Dios Hijo? Porque dice así (1): «Esto dice el Senor Todopoderoso. Después de la gloria me envió á las gentes que os despojaron á vosotros; porque el que os tocare es como quien me toca á mí en las niñas de los ojos. Advertid que yo descargaré mi mano sobre ellos, y serán despojos de los que fueron sus siervos, y conoceréis que el Señor Todopoderoso me envió á mi».
Ved aquí cómo dice Dios Todopoderoso, que le envió Dios Todopoderoso. ¿Quién se atreverá á entender aquí á otro que á Cristo, que habla de las ovejas que se perdieron de la casa de Israel? Porque el mismo Jesucristo dice en el Evangelio (2): «que no fué enviado sino para salvar las ovejas que se perdieron de la casa de Israel», las cuales comparó aquí á las niñas de los ojos de Dios, por el singular y afectuosísimo amor que las tiene; y esta especie de ovejas fueron también los mismos apóstoles. Después de la gloria, se entiende de su resurrección (antes de la cual, según dice el evangelísta San Juan (3): «que aun no había Díos dado su espíritu, porque aun no se había glorificado Jesús»»), también fué enviado á las gentes en sus apóstoles, y así se cumplió lo que leemos en el Real Profeta (4): «Me sacarás de las contradicciones de mi pueblo, y me harás cabeza de las gentes», para que los que habían despojado á los israelitas, y á quienes habían servido los mismos israelitas cuando estaban sujetos á los gentiles, fuesen despojados, no del modo que ellos depojaron á los israelitas, sino que ellos mismos fuesen los (1) Zacarias, cap. II.
(2) (8) (4) Salmo 17.
San Mateo, cap. XVI.
San Juan, cap. VII.