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San Agustín

cuando con el fuego del juicio final estarán purificados los que ofrecen sacrificio en justicia, cuando después de tal purificación debe creerse que los justos no tendrán género alguno de pecado? Seguramente que aquel tiempo, por lo respectivo á no tener pecado, no debe compararse con ningún tiempo, sino con el en que los primeros hombres vivieron en el Paraíso antes de la prevaricación, con una felicidad inocentísima. Así que muy bien se entiende que nos significó esto la Escritura cuando dice: «como en los tiempos pasados y como en los años primeros», pues también por el profeta Isaías, después que nos prometió nuevo cielo y nueva tierra, entre otras cosas que refiere allí de la bienaventuranza de los santos en forma de alegorías y figuras misteriosas, cuya congrua declaración me indujo á dejar el cuidado que llevo de no ser prolijo, dice (1): «Los días de mi pueblo serán como los del árbol de la vida». ¿Y quién hay que haya puesto algún estudio en la Sagrada Escritura, que no sepa dónde estaba el árbol de la vida, cuya fruta, quedando privados de ellas los primeros hombres cuando su propio crimen los desterró del Paraíso, quedó guardada por una guardia de fuego muy terrible puesta alrededor del árbol?

Y si alguno pretendiere establecer como inconcuso que aquellos días del árbol de la vida, de que hace mención el profeta Isaías, se entienden por estos días que ahora corren de la Iglesia de Cristo, y que al mismo Cristo llama proféticamente árbol de la vida, porque el es la sabiduría de Dios, de la cual dice Salomón (2).

«que es árbol de vida para todos los que la abrazaren»»; y que aquellos primeros hombres no duraron años en el Paraíso, sino que los echaron de él tan presto que (1) Isaias, cap. LXV, (2) Proverbios, cap. III.