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San Agustín

laban, trajo trigo por el aire en ocasión que había escasez y carestia; la del Minotauro, que dicen fué una bestia encerrada en el laberinto, en el cual, luego que entraban los hombres, por los enredos y confusión de lugares que se veían dentro, ya no podían salir; la de los Centauros, que dicen fué cierta especie de animal, compuesto de hombre y caballo; la del Cerbero, que es un perro de tres cabezas, que hay en los infiernos; la de Frigio y Helles su hermana, de los cuales dicen que, llevados sobre un carnero, volaban; la de la Gorgona, que dicen tuvo las crines serpentinas, convirtiendo en piedras á los que la miraban; la de Belerofonte, que anduvo en un caballo que volaba con alas, llamado Pegaso; la de Anfión, que con la suavidad de su cítara, dicen, ablandó y atrajo las piedras; la de Dédalo y de su hijo Ícaro, que poniéndose unas alas, volaron; la de Edipo, de quien cuentan que á un monstruo llamado Esfinge, que tenía el rostro humano y era una bestia de cuatro pies, habiéndole resuelto un enigma que solía proponer como irresoluble, hizo que se despeñase y pereciese; la de Anteo, á quien mató Hércules, que dicen fué hijo de la tierra, por lo cual, cayendo y tocando la tieria, acostumbraba á levantarse más fuerte; y así otras que acaso me habré dejado. Estas fábulas que hubo hasta la guerra de Troya, en la que Marco Varrón concluyó su libro segundo del origen de la nación romana, las fingieron así los ingenios perspicaces de los hombres, entresacando noticias de algunos sucesos que acaecieron, y constaban en la historia, agregando las injurias y oprobios imputados á los dioses; como lo que fingieron de que Júpiter robó para sus actos torpes al hermoso joven Ganimedes (cuya execrable maldad la cometió el rey Tántalo, y la fábula la atribuye á Júpiter), ó que descendiendo en una lluvia de oro, durmió á Danae, en lo que se entiende que con el oro conquistó la honesti-