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La ciudad de Dios

Pedro, á quien extraordinariamente aborrecen sino defender y salvar la religión y piedad de los hebreos, aprobada por los oráculos de los dioses, para que á lo menos no se crea que todo el mundo ha de perecer, tomando y entendiendo por el todo la parte en donde dice: ip si peribunt, ellos perecerán; pues sólo los cielos inferiores han de perecer, así como en la citada epístola de San Pedro se entiende por el todo la parte donde dice, que pereció el mundo con el Diluvio, aunque sólo pereció su parte ínfima con sus cielos. Pero como he dicho, no se dignarán reconocerlo, ó por no aprobar el genuino sentido del apóstol San Pedro, ó por no conceder tanto á la final combustión, cuanto decimos que pudo hacer el Diluvio, pretendiendo que no es posible perezca todo el género humano, ni con muchas aguas, ni con ningu nas llamas. Réstales decir que alabaron sus dioses la sabiduría de los hebreos, porque no habían leído este Salmo.

También en el Salmo 49 se infiere que habla del juicio final de Dios, cuando dice (1): «Vendrá Dios manifiestamente, nuestro Dios, y no callará. Delante de Él irá el fuego abrasando, y en su rededor un turbión terrible. Convocará el cielo arriba, y la tierra, para discernir yjuzgar su pueblo; congregad á élaus santos, los que disponen y ordenan el testamento y la ley de Dios, y el cumplimiento de ella sobre los sacrificios». Esto lo entendemos nosotros de Jesucristo nuestro Señor, á quien esperamos que vendrá del cielo á juzgar á los vivos y á los muertos. Porque públicamente vendrá á juzgar entre los justos y los injustos, después de haber venido oculto y encubierto á ser juzgado injustamente por los impíos. Este mismo, digo, vendrá manifiestamente, y no callará esto es, aparecerá y se manifestará con toda (1) Balmo 49,. v. 8.