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San Agustín

puede acomodar lo que añade: «y se alegrarán todos los que están en la tierra, porque el rocío que procede de ti les dará la salud». Salud en este lugar se entiende muy bien por la inmortalidad, porque esta es la integra y plenísima salud que no necesita repararse con alimentos como cuotidianos. El mismo Profeta dando primero esperanza á los buenos, y después infundiendo terror á los malos, dice de este modo (1): Esto dice el Señor. Veis cómo yo desciendo sobre ellos como un río de paz y como un arroyo que sale de madre y riega la gloria de las gentes. A los hijos de éstos los llevaré sobre los hombros, y en mi seno los consqlaré; así como cuando alguna madre consuela á su hijo, así os consolaré yo, y en Jerusalén seréis consolados, veréis, y se holgará vuestro corazón, y vuestros huesos nacerán como hierba. Y se conocerá la mano del Señor en los que le reverencian, y su indignación y amenaza en los contumaces; porque vendrá el Señor como fuego, y sus carros como un torbellino, para manifestar el grande furor de su venganza, y el estrago que ha de hacer con las llamas encendidas de fuego, pues con fuego ha de juzgar el Señor toda la tierra, pasará á cuchillo toda carne, y será innumerable el número de los que matará el Señor». En la promesa de los buenos, dice que el Señor declina y baja como un río de paz; en cuyas expresiones sin duda debemos entender la abundancia de au paz, tan grande, que no pueda ser mayor; con ésta, en efecto, al fin seremos bañados, de la cual hablamos extensamente en el libro anterior. Este río, dice, que le inclina y deriva sobre aquellos á quienes promete tan singular bienaventuranza, para que entendamos que en aquella región felicísima que hay en los cielos, todas las cosas se llenan y satisfacen con este río; mas por (1) Isaias, cap. LXI, v. 12 et seq.