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San Agustín

de el sueño, aunque brevísimo, pero efectivamente alguno. Y por qué se nos ha de figurar increíble que tanta multitud de cuerpos se siembre en cierto modo en el aire, y que allí luego resucite y reviva inmortal é incorruptiblemente, creyendo, como creemos, lo que el mismo Apóstol claramente dice, que la resurrección ha de ser en un batir de ojos, y que con tanta facilidad, y con tan inestimable velocidad, el polvo de los antiquísimos cuerpos muertos ha de volver á los miembros que han de vivir sin fin? Ni tampoco debemos pensar que se libertarán los santos de aquella sentencia que se pronunció contra el hombre: tierra eres, y á la tierra has de volver, aun cuando al morir sus cuerpos no caigan en la tierra, sino que en el mismo rapto, al morir, resuciten en el espacio de tiempo que van por el aire; porque á la tierra irás, quiere decir, irás en perdiendo la vida, á lo que eras antes que tomases vida, esto es, serás sin alma lo que eras antes que fueses animado; pues tierra fué á la que inspiró Dios en su aspecto el soplo de vida, cuan fué criado el hombre animal vivo, como si le dijeran: tierra eres animada, lo que antes no eras: tierra serás sin alma, como antes lo eras; lo cual son aun antes que se corrompan y pudran todos los cuerpos de los difuntos, como también lo serán los santos si murieren, donde quiera que mueran, cuando carecieren de la vida que al momento han de recobrar. De esta conformidad irás á la tierra, po rque de hombres vivos se harán tierra, como se va á la ceniza lo que se hace ceniza, y se va á la senectud lo que se hace viejo, y se va á cascote lo que del barro se hace cascote, y otras sesenta cosas que decimos de esta manera. Pero cómo ha de ser esto, que ahora conjeturamos según las débiles fuerzas de nuestro limitado entendimiento, podremos saberlo entonces. Porque si queremos ser cristianos es necesario que creamos que ha de haber resurrección de los cner-