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San Agustín

resurrección que debe haber de los muertos cuando venga nuestro Señor Jesucristo, es á saber, á juzgar los vivos y los muertos. Pero se suele dudar si los que hallará en la tierra Cristo Señor nuestro vivos, cuya persona transfirió el Apóstol en sí, y en los que entonces vivían con él, nunca han de morir, ó si en el mismo instante que serán arrebatados, juntamente con los resucitados, por los aires á recibir á Cristo, pasarán con admirable presteza por la muerte á la inmortalidad, pues no hemos de juzgar imposible que mientras los llevan por los aires, en aquel espacio intermedio no puedan morir y resucitar. Lo que dice: «y así siempre estaremos con el Señor», no debemos entenderlo como si dijera que nos habíamos de quedar con el Señor siempre en el aire, porque ni él ciertamente quedará allí, porque viviendo ha de pasar, mediante á que viniendo el Señor, le iremos á recibir, y no estándose quedo. Y así estaremos con el Señor, esto es, así estaremos siempre, teniendo cuerpos eternos, donde quiera que estuviéremos con él. Según este sentido, parece que el mismo Apóstol nos induce á que entendamos que también aquellos á quienes el Señor hallare vivos en el mundo, en aquel corto espacio de tiempo que han de pasar por la muerte y recibir la inmortalidad, cuando dice (1): «que todos han de ser vivificados por Cristo», diciendo en otro lugar, con motivo de hablar sobre la resurrección de los muertos (2): «Si el grano que tú siembras no se vivifica, sino muere y se corrompe primero». ¿Cómo, pues, los que hallare Cristo vivos en la tierra se han de vivificar por él con la inmortalidad si no mueren? Advirtiendo que dijo el Apóstol «lo que tú siembras no se vivifica si primero no muere», aunque no di(1) San Pablo, I ep. á los Corintios, cap. XV, v. 22.

(2) Id., Ap., loc. cit., v. 96.