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San Agustín

tes son sus lágrimas en la oración? ¿Acaso no es la Ciudad soberana de Jurusalén la que dice (1): «De día y de noche me sirvieron de pan mis lágrimas» (2); «lavaré cada noche mi lecho con lágrimas y con ellas regaré mi estrado?» (3). «No ignoras, Señor, mis gemidos» (4). «¿Mi dolor se ha renovado?» ¿O por ventura no son hijos suyos los que (5) «gimen cargados de este cuerpo, del que no querrían verse despojados, sino vestirse sobre él y que la vida eterna se sorbiese y consumiese, no el cuerpo, sino lo que tiene de mortalidad?» ¿Acaso no son aquellos (6), «que teniendo las primicias de la gracia del espíritu tan colmadas, gimen en sí mismos deseando y esperando la adopción de los hijos de Dios y no cualquiera, sino la redención y perfecta libertad é inmortalidad del cuerpo y del alma?» ¿Por ventura el mismo apóstol San Pablo no era ciudadano de la celestial Jerusalén, ó no era mucho más cuando (7) «andaba tan triste y con continuo dolor en su corazón» por causa de los israelitas, sus hermanos carnales? ¿Y cuándo dejará de haber muerte en esta Ciudad, sino cuando se diga: «¿A dónde está ¡oh muerte! tu tesón? ¿A dónde está tu guadaña? La guadaña de la muerte es el pecado», el cual sin duda no le habrá entonces cuando se le diga ¿dónde está? Pero ahora no clama y nos da voces cualquiera de los humildes é ínfimos ciudadanos de aquella Ciudad, sino el mismo San Juan en su epístola (8): «Si dijéremos que no tenemos pecado, nos enga(1) Salmo 41.

(2) Salmo 6.

(3) Salmo 87, (4) Salmo 88.

(6) San Pablo, II ep. á los Corintios, cap. III.

(6) San Pablo, ep. á los Romanos, cap. VIII, v. 23.

(7) San Pablo, ep. á los Romanos, cap. IX, v, 2.

(8) San Juan, I ep., cap. I, v. 8.