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La ciudad de Dios

pueblo, y el mismo Dios, quedando en medio de ellos, será su Dios; Dios les enjugará todas las lagrimas de sus ojos y no habrá más muerte, ni más llanto, ni más grito, ni más dolor, porque las primeras cosas son pasadas; entonces el que estaba sentado en el trono, dijo: véis aquí, hago yo nuevas todas las cosas». Dícese que baja del cielo esta Ciudad, porque es celestial la gracia con que Dios la hizo; por eso hablando con ella, la dice también por medio de Isaías (1): «Yo soy el Señor que te hizo». En efecto, deade su origen y principio desciende del cielo, después que por el discurso de este siglo, con la gracia de Dios, que viene de lo alto, va creciendo cada día el número de sus ciudadanos por medio del bautismo de la regeneración, en virtud del Espiritu Santo enviado del cielo. Pero por el juicio de Dios, que será el último y final, que hará su Hijo Jesucristo, será tan grande y tan nueva por especial beneficio de Dios la claridad con que se manifestará, que no le quedará rastro alguno de lo pasado, mediante á que los cuerpos mudarán igualmente au antigua corrupción y mortalidad en una nueva incorrupción é inmortali dad, pues querer entender el anuncio de este tiempo en que reinan con su rey por espacio de mil años, me parece que es demasiada obstinación, en atención á que bien claro dice que les enjugará todas las lágrimas de sus ojos y que no habrá más muerte, ni llanto, ni clamores, ni género de dolor. ¿Y quién habrá tan impertinente y tan fuera de sí de puro obstinado, que se atreva á afirmar que en los trabajos de la vida mortal, no sólo todo el pueblo de los santos, sino cada uno de los santos dejará de pasaró haber pasado esta vida sin lágrimas algunas ni dolor, siendo así que cuanto uno es más santo y está más lleno de deseos santos, tanto más abundan(1) Isaias, cap. XLV.

TOMO IV.

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