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San Agustín

el infierno; porque si con razón parece creemos que también los santos antiguos que creyeron en Cristo antes que viniese al mundo estuvieron en los infiernos aunque en parte remotísima de los tormentos de los impíos, hasta que los sacó y libró de aquella cárcel la preciosa sangre de Jesucristo y su bajada á aquellos tenebrosos lugares, sin duda en lo sucesivo los fieles buenos, redimidos ya por aquel precio que por ellos se derramó, de ningún modo saben qué cosa es inflerno basta que, recobrando sus cuerpos, reciban los bienes que merecen. Y habiendo dicho «y fueron juzgados cada uno conforme á sus obras», brevemente añadió cómo fueron juzgados (1) «y el infierno y la muerte fueron arrojados al estanque de fuego», indicando con estas palabras al demonio, porque es el autor de la muerte y de las penas del inflerno, y juntamente todo el escuadrón de los demonios, porque esto es lo que arriba más expresamente, anticipandose, había ya dicho; y el demonio, que los engañaba, fué echado en un estanque de fuego y de azufre (2). Pero lo que allí expresó con más obscuridad, á donde la bestia y el pseudo—profeta han de ser atormentados, aquí lo dice más claro (3), «y el que no se halló escrito en el libro de la vida, fué arrojado al estanque de fuego». No sirve este libro de memoria á Dios para que no se engañe por olvido, sino que significa la predestinación de aquellos á quienes ha de darse la vida eterna, porque no los ignora Dios, y para saberlos lee en este libro, sino que antes la misma presciencia que tiene de ellos, que es la que no se puede engañar, es el libro de la vida donde están los escritos, esto es, los conocidos para la vida eterna.

(1) (2) (3) Apocalipsis cap. XX, v. 14.

Apocalipsis', cap. XX, v, 10.

Apocalipsis, cap. XX, v. 15.