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La ciudad de Dios

mar? O lo que es más absurdo, ¿el mar tenía los muertos buenos y el infierno los malos? ¿Quién ha de pensar tal cosa? Muy á propósito entienden algunos que en este lugar el mar significa este siglo. Así que, queriendo San Juan advertir que habían de ser juzgados los que hallará aquí Cristo todavía en sus cuerpos, juntamente con los que han de resucitar, á los que hallará en sus cuerpos los llamó muertos; lo mismo los buenos á quienes dice el Apóstol (1) «que están muertos acá, y que su vida está escondida y atesorada con Cristo en Dios», como á los malos, de quienes dice el sagrado cronista (2): «dejen á los muertos que encierren sus muertos», quienes pueden ser llamados también muertos, porque traen cuerpos mortales. Por ello dice el Apóstol (3): «que el cuerpo está muerto por el pecado, pero el alma vive por la justificación», mostrando que lo uno y lo otro se halla en el hombre viviente, y que está todavía en este cuerpo, el cuerpo muerto y el alma viva. No dijo cuerpo mortal, sino muerto; aunque poco después los llama también cuerpos mortales, que es como más comúnmente se llaman. Otros muertos, pues, dió el mar, que estaban en él, esto es, dió este siglo todos los hombres que había en él, porque aun no habían fallecido. Y la muerte y el infierno, dice, dieron sus muertos, los que tenían en sí. El mar les dió, porque así como se hallaron se presentaron; pero la muerte y el infierno los volvieron á dar, porque los redujeron á vida, de la cual se habían ya despedido. Y acaso no en vano no dice, la muerte ó el infierno, sino ambas cosas; la muerte por los buenos que sólo pudieron padecer la muerte, pero no también el infierno, y el infierno por los malos, los cuales pasarán sus penas respectivas en (1) San Pablo, ep. á loa Colosenses, cap. III.

(2) San Mateo, cap. VIII.

(8) San Pablo, ep. & los Romanos, cap. VIII, v. 10.

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