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San Agustín

hará el juicio de cada uno de por sí, y de todos juntamente, cuya virtud divina se llamó libro, porque en ella en cierto modo se lee todo lo que se recuerda haber hecho. Y para demostrar qué clase de muertos han de ser juzgados, esto es, chicos y grandes, recopila y dice, como retrocediendo á lo que había dejado, ó. por mejor decir, diferido (1): «y el mar dió los muertos que habían sido sepultados en sus aguas; la muerte y el infierno dieron también los muertos que en sí tenían».

Esto sin duda sucedió primero que los muertos fuesen juzgados, y, sin embargo, dijo aquéllo primero. Por eso he dicho que resumiendo volvió á lo que había dejado; pero después siguió el orden de los sucesos, y para que se explicase este orden, repitió lo que ya se había dicho perteneciente al juicio de los muertos, y después de referir que dió el mar los muertos que había en él, y que la muerte y el infierno volvieron los muertos que en sí tenían, añadió inmediatamente lo que poco antes había dicho (2): «y cada uno fué juzgado según sus obras», que es lo mismo que antes dijo: «y los muertos fueron juzgados según sus obras».



CAPÍTULO XV

Qué muertos son los que dió el mar para el juicio, ó cuáles son los que volvió la muerte y el infierno.


Pero ¿qué muertos son los que dió el mar que estaban en el? ¿Acaso los que murieron en el mar no están en el infierno? ¿Acaso sus cuerpos se guardan en el (1) Apocalipsis, cap. XX, v. 13.

(2) Apocalipsis, idem.