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La ciudad de Dios

eran reino de Cristo aquellos á quienes con más excelencia poseía Cristo; lo cual sin duda es absurdo, pues sin duda las almas vietoriosas de los gloriosísimos mártires, vencidos y concluídos todos los dolores y penalidades, después que dejaron los miembros mortales reinaron y reinarán con Cristo hasta que se terminen los mil años, para reinar también después de recobrar los cuerpos inmortales. Así, pues, las almas de los que murieron por dar testimonio de Cristo; las que antes salieron de sus cuerpos y las que han de salír en la misma última persecución, reinarán con él hasta que ae acabe el siglo mortal y se transfleran á aquel reino donde no habrá ya más muerte; por lo cual llegaron á ser más los años de los santos que reinarán con Cristo, que la prisión del demonio, porque cuando el demonio no estará ya atado en aquellos tres años y medio, reinarán con su Rey, el Hijo de Dios. Cuando San Juan dice: «los sacerdotes de Dios y de Cristo reinarán con el Señor mil años, y que, terminados éstos, soltarán á Satanás de su cárcel», debemos entender o que no se acaban los mil años de este reino de los santos, sino los de la prisión del demonio, de manera, que los mil años, esto es, todos los años los tengan cada una de las partes, para acabar los suyos en diferentes y propios espacios, siendo más largo el reino de los santos, y más breve la prisión del demonio, ó realmente debemos creer que por ser el espacio de los tres años y medio brevisimo, no se pone en cuenta, sea en lo que parece que tiene de menos la prisión de Satanás, ó en lo que de más el reino de los santos; como lo manifesté hablando de los cuatrocientos años en el cap. XXIV, libro XVI de esta obra, los cuales, aunque eran algo más, sin embargo, los llamó cuatrocientos. Muchas cosas como estas hallaremos en la Sagrada Escritura, si lo quisiéremos advertir.