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La ciudad de Dios

Dios; porque no en vano el mismo apóstol San Juan, que escribió asimismo esta particularidad en el Apocalipsis, dijo de algunos en su Epístola (1): «Estos han salido de nosotros; mas no eran de los nuestros, porque si hubiesen sido de los nuestros.hubieran permanecido con nosotros, mas esto ha sido para que se conozca que no son todos de los nuestros». ¿Pero qué será de los niños? Es muy creíble que no habrá en aquel tiempo ningún niño hijo de cristiano que haya nacido y no le bayan aun bautizado, y que ninguno nacerá tampoco en aquellos días, ó que si los hubiere, por ningún motivolos llevarán sus padres á la fuente de la regeneración.

Porque si esto ha de ser asi, ¿de qué forma, estando ya suelto el demonio, le han de quitar estos vasos y esta hacienda si en su casa ninguno entra á saquearla sin que primero le baya atado? Antes debemos creer que no faltarán en aquel tiempo ni quien se aparte de la Iglesia, ni tampoco quien se llegue á ella, sino que realmente serán tan valerosos, así los padres para bautizar sus hijos, como los que de nuevo hubieren de creer que vencerán á aquel fuerte aunque no esté atado; esto es, que aunque use contra ellos de todos sus artificios, y los apriete con el resto de sus fuerzas más que nunca, no sólo con vigilancia le entenderán sus estratagemas, sino que con admirable paciencia sufrirán y se mantendrán contra sus fuerzas, y de esta manera se libertarán de su poder aunque no esté atado. Ni por eso tampoco será falsa aquella sentencia evangélica, «que ninguno entrará en la casa del fuerte para saquearle su hacienda si antes no atare al fuerte»; pues conforme al tenor de esta sentencia, primeramente se ató al fuerte, y saqueandole sus vasos y alhajas, se ha multiplicado la Iglesia por toda la redondez de la tierra, por todas (1) San Juan, I. ep., cap. II, v 19.