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San Agustín

que también en este espacio de tiempo no hay duda que ha habido y hay algunos soldados de Cristo tan prudentes y fuertes, que si se hallaran vivos en esta mortalidad, cuando hayan de soltar al infernal espíritu, todos sus engaños, estratagemas y acometimientos prudente y sagazmente las declinarán, y con extrordinaria resignación las sufrirán.

El atar al demonio, no solo se hizo cuando la Iglesia, fuera de la tierra de Judea, comenzó á extenderse por unas y otras naciones, sino que también se hace ahora, y se hará hasta el fin del siglo, en que le han de desamarrar: porque igualmente al presente se convierten los hombres de la infidelidad en que él los poseía á la fe, y se convertirán sin duda hasta el fin del mundo. En efecto; átase entonces á este fuerte, respecto de cualquiera de los fieles, cuando se le sacan de sus manos como cosa suya, y el abismo donde le encerraron no se acabó al morir los que había cuando comenzó á estar encerrado; sino que sucedieron otros á aquellos, naciendo, y hasta que fenezca este siglo suceden quien aborrezca á los cristianos, en cuyos ciegos y profundos corazones cada día, como en un abismo, se encierra el demonio. Pero hay alguna duda si en aquellos últimos tres años y seis meses, cuando estando suelto ha de mostrar toda su crueldad cuanto pudiere, llegará alguno á recibir la fe que antes no tenía. Porque como sea cierto lo que dice la Escritura, «que ninguno puede entrar en casa del fuerte y saquearle au hacienda, sino atando primero al fuerte», ¿estando suelto la saquearan? Parece, pues, que nos impulsa á creer este pasaje de la Escritura, que en aquel tiempo, aunque breve, nadie se unirá al pueblo cristiano, sino que el demonio peleará con los que entonces fueran ya cristianos. Y si hubiere algunos que, vencidos, le siguieren, éstos no pertenecían al número predestinado de los hijos de