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La ciudad de Dios

taciones violentas ó seductoras para engañar á los hombres, ó forzándolos con violencia á seguir su partido, ó engañándolos cautelosamente. Si esta potestad se le permitiese por tan largo tiempo, y contra la imbecibilidad y flaqueza de tantos espírítus débiles, á muchos que Dios no quiere que padezcan siendo fleles los derribaría y apartaría de la fe; y á los que no fuésen fieles estorbaría que creyesen. Para que no haga semejante atentado, le amarraron.

Le soltarán cuando será breve el tiempo, porque leemos que por tres años y seis meses ha de manifestar toda su crueldad con todas sus fuerzas y las de los su yos, y serán tales aquellos á quienes ha de hacer la guerra, que no podrán ser vencidos ni con este impetu tan grande, ni con tantos engaños y ardides. Pero si nunca le desatasen, se descubriría menos su maligna potencia, menos se probaría la fidelísima paciencia de la santa Ciudad, y, finalmente, menos se echaría de ver de cuán grande malicia suya usó tan por extremo de bien el Omnipotente Dios, pues no le privó del todo que no tentase á los santos, aunque echándole fuera de todo lo interior de ellos donde se cree en Dios, para que con su combate exterior aprovechasen, y le maniató para evitar que derrame y ejecute toda su malicia contra la multitud innumerable de los flacos, con quienes convenía multiplicar y llenar la iglesia: á los unos que habían de creer, no los desviase de la fe de la verdadera religión; y á los que creían ya, no los derribase. Le desatarán al fin para que vea la Ciudad de Dios cuán fuerte contrario venció con tan inmensa gloria de su Redentor, favorecedor y libertador. ¿Y qué somos nosotros en comparación de los santos y fieles que habrá entonces? Para probar la virtud de éstos soltarán un tan fuerte enemigo con quien estando, como está, atado, peleamos ahora nosotros con todo riesgo y peligro. Aun-