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San Agustín

Conoce y sabe Dios los que son suyos». Sin embargo, estará aqui la Iglesia en el tiempo en que han de soltar al demonio, así como lo ha estado desde que fué fundada, y lo estará en todo tiempo, esto es, en los suyos, en los que suceden, naciendo, á los que mueren: pues poco despues dice «que el demonio, suelto, vendrá con todas las gentes que hubiere engañado en todo el orbe de la tierra á hacer guerra á la Iglesia, y que el número de esta gente enemiga será como la arena del mar» (1).

«Y ellos se esparcieron sobre la faz de la tierra, y dieron vuelta al campo de los Santos, y á la ciudad querida; mas Dios hizo bajar del cielo fuego que los devoró, y el diablo, que los seducia, fué arrojado al estanque de fuego y azufre, en donde la bestia y el falso profeta serán atormentados de día y de noche por los siglos de los siglos». Aunque esto ya pertenece al juicio final, me ha parecido conducente referirlo ahora; porque no presuma alguno que por el corto tiempo que estuviere suelto el demonio no habrá iglesia. en la tierra, ó no la hallará en ella cuando le hubieren soltado, ó porque acabará con ella persiguiéndola con toda especie de seducciones. Así que, por todo el tiempo comprendido en el Apocalipsis es á saber, desde la primera venida de Cristo hasta el fin del mundo, en que será su segunda venida, no estará atado el demonio; de forma que el estar así amarrado durante el tiempo que San Juan llama mil años, sea no engañar á la Iglesia, pues ni aún suelto ciertamente no la engañará. Porque verdaderamente si el estar atado es respecto de él no poder engañar, ó no permitirselo, ¿qué será el soltarle, sino poder engañar y darle permiso para esto? Lo cual por ningún pretexto debe creerse, sino que el atar al demonio es no permitirle ejercer todo su imperio por medio de las ten(1) Apocalip. cap. XXX, va. 8, 9 y 10.