Página:La ciudad de Dios - Tomo IV.pdf/214

Esta página no ha sido corregida
212
San Agustín

cienda, sino atando primeramente al fuerte»; queriendo entender por el fuerte al demonio, porque éste es el que pudo tener cautivo al linaje humano, y la hacienda que le había de saquear Cristo, son los que habían de ser sus fieles, á los cuales poseía él presos en diferentes pecados é impiedades. Para maniatar y amarrar á este fuerte, vió el Apóstol en el Apocalipsis á un Angel que bajaba del Cielo, que tenía la llave del abismo y una grande cadena en su mano; y prendió, dice, al dragón, aquella serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás, y le ató por mil años, esto es, reprimió y refrenó el poder que usurpaba éste, para engañiar y poseer á los que había de poner Uristo en libertad.

Los mil años, por lo que yo alcanzo, pueden entenderse de dos maneras: ó porque este negocio se va haciendo en los últimos mil años, esto es, en el sexto millar de años, como en el sexto día, cuyos últimos espacios van corriendo ahora; después del cual se ha de seguir consiguientemente el sábado, que carece de ocaso ó postura del sol, es á saber, la quietud y descanso de los santos, que no tiene fin; de manera que á la final y última parte de este millar, como é una última parte de un día, la cual durará hasta el fin del siglo, la llama mil años por aquel modo particular de hablar, cuando por el todo se nos significa la parte, ó puso mil años por todos los años de este siglo, para notar con número perfecto la misma plenitud de tiempo. Pues el número millar hace un cuadrado sólido del número denario, porque multiplicando diez veces diez hace ciento, la cual no es aun figura cuadrada, sino Ilana o plana, y para que tome fondo y elevación y se haga sólida, vuélvense á multiplicar diez veces ciento y hacen mil. Y si el número centenario se pone alguna vez por la universalidad ó por el todo, como cuando el Señor prometió al que dejase toda su hacienda y le si-