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La ciudad de Dios

años, como si debiera haber de aquella conformidad en los Santos como un sabatismo y descanso de tanto tiempo, es á saber, una vacación santa después de baber pasado los trabajos y calamidades de seis mil años desde que fué criado el hombre, desterrado de la feliz posesión del Paraíso y echado por el mérito de aquella enorme culpa en las miserias y penalidades de esta mortalidad. De forma que porque dice la Escritura «que un día para con el Señor es como mil años, y mil años como un día», habiéndose cumplido seis mil años como seis días, se hubiera de seguir el séptimo día como de sábado y descanso en los mil años últimos, es á saber, resucitando los santos á celebrar y disfrutar de este sábado. Esta opinión fuera tolerable si entendieran que en aquel sábado habían de tener algunos regalos y deleites espirituales con la presencia del Señor, porque hubo tiempo en que también yo fuí de esta opinión. Pero como dicen que los que entonces resucitaren han de entretenerse en unos excesivos banquetes carnales en que habrá tanta abundancia de manjares y bebidas que no sólo no guardan moderación alguna, sino que exceden los límites de la misma incredulidad, por ningun motivo puede creer esto ninguno sino los carnales. Los que son espirituales, á los que dan crédito á tales ficciones, los llaman en griego Chiliastas, que interpretado á la letra, significa Milenarios. Y porque sería asunto difuso y prolijo detenernos en refutar á estos espíritus preocupados, tomando cada cosa de por sí, será más conducente que declaremos ya cómo debe entenderse este pasaje de la Escritura.

El mismo Jesucristo, Señor nuestro, dice (1): «Ninguno puede entrar en casa del fuerte y saquearle su ha(1) San Marcos, cap. III, v. 27, y San Mateo, cap XII, T. 20.