Página:La ciudad de Dios - Tomo IV.pdf/207

Esta página no ha sido corregida
205
La ciudad de Dios

de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino, me acogisteis y hospedasteis en vuestra casa; y estando desnudo, me vestisteis; estando enfermo me visitasteis, y estando en la cárcel me vinisteis á ver». Entonces le responderán los justos, y dirán: «¿Cuándo os vimos, Señor, con hambre, y os dimos de comer? ¿Cuándo con sed, y os dimos de beber? ¿Y cuándo os vimos peregrino, y os acogimos y hospedamos? ¿O desnudo, y os vestimos? ¿0 cuándo os vimos enfermo ó en la cárcel y os fuimos á ver?» Y les responderá el Rey, diciendo: «En verdad os digo, y es así; que todo cuanto habéis hecho con uno de estos mis más mínimos hermanos, lo habéis hecho conmigo». Entonces dirá también á los que estarán á su mano izquierda: «Idos, apartaos, alejaos de mí, malditos, al fuego eterdo que se dispuso para el diablo y sus ángeles». Después censurará á estos otros porque no hicieron las cosas que dijo haber hecho los de la mano derecha. Y preguntándole ellos también cuándo le vieron padecer alguna de las necesidades indicadas, responderá que lo que no se hizo con uno de sus más mínimos hermanos, tampoco se hizo con el Señor. Y concluyendo su discurso: «Estos, dice, irán á los tormentos eternos, y los justos á la vida eterna» (1). Pero el evangelista San Juan claramente refiere que dijo que en la universal resurrección de los muertos había de ser el juicio, porque habiendo dicho (2): «que el Padre no juzgará él solo á ninguno, sino que el juicio universal de todos le tiene dado y encargado á su Hijo, queriendo que sea juez juntamente con él, para que así sea honrado y respetado por todos el Hijo como lo es el Padre, porque quien no honra al Hijo no honra al Padre, que envió al Hijo»; añadió (3): «En (1) San Mateo, cap. XXV.

(2) San Juan, cap. XXV.

(3) Id. lug. cit.