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San Agustín

I Muchas particularidades omito que parece se dicen del último juicio, pero consideradas con atención, se halla que son ambiguas y dudosas, ó que pertenecen nás á otras cosas, es á saber, ó á la venida del Salvador, que por todo este tiempo viene en su Iglesia, esto es, en sus miembros parte por parte, y paulatinamente, porque toda ella es su cuerpo, ó á la destrucción y desolación de la terrena Jerusalén, pues cuando habla de ésta, habla, por lo general, como si hablara del fin del siglo, y de aquel último y terrible día del juicio.

De suerte que no se puede echar de ver de ningún modo, si no se coteja entre sí todo lo que los tres evangelistas, Mateo, Marcos y Lucas sobre esto dicen, por cuanto uno dice algunas cosas con más obscuridad, y otro las explica más, para que las que aparecen concer nientes á una misma cosa, se advierta cómo y en qué sentido las dicen, lo cual procuré hacer en una carta que escribí á Hesychio, de buena memoria, obispo de la ciudad de Salona, cuyo título es: Sobre el fin de este siglo.

Debo insertar aquí lo escrito en el Evangelio de San Mateo acerca de la división que se hará de los buenos y de los malos en el rigurosísimo y postrimero juicio de Cristo (1): «Cuando, dice, viniere el Hijo del hombre con toda su majestad, acompañado de todos los ángeles, entonces se sentara en su trono real, y se congregarán ante su presencia todas las gentes: él apartará á los unos de los otros, como suele apartar el pastor las ovejas de los cabritos, y pondrá las ovejas á su diestra, y los cabritos á la siniestra. Entonces dirá el Rey á los que estarán á su diestra: venid, benditos de mi Padre, poseed el reino que está prevenido para vosotros desde la creación del mundo, porque tuve hambre y me disteis (1) San Mateo, cap. XXV.