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San Agustín

aquí otro que es más que Salomón». Dos cosas nos enseña en este lugar: que vendrá el día del juicio, y que vendrá con la resurrección de los muertos; porque cuando decía esto de los Ninivitas y de la reina del Austro, sin duda que hablaba de los muertos, los cuales dijo que habían de resucitar el día del juicio. Pero tampoco hemos de entender que dijo «y los condenarán», porque ellos hayan de ser jueces, sino porque en comparación de ellos, con razón serán condenados. En otro lugar, hablando de la confusión que hay en la actualidad entre los buenos y los malos, y de la distinción que habrá después, que sin duda será el dia del juicio, trajo una parábola ó semejanza del trigo sembrado y de la cizaña que nació entre él, y declarando esta alusión á sus discípulos, dice: «el que siembra la buena semilla es el hijo del hombre, y el campo ó barbecho es eate mando. La buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña los hijos malos y perversos, y el enemigo que sembró la cizaña es el demonio; la cosecha es la consumación y fin del siglo, y los segadores los angeles; así, pues, como se coge la cizaña y la queman con el fuego, así sucederá en el fin del siglo. Enviará el Hijo del hombre sus ángeles, y entresacarán de su reino todos los escándalos, y á todos los que viven mal, y los echarán en el fuego; allí será el gemir y crugir extraño de dientes; entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su padre; el que tiene oídos para oir, oigas. Aquí, aunque no nombra el juicio ó el día del juicio, sin embargo, le expresó mucho más, declarándole con los mismos sucesos, y dice que será en el fin del siglo. También dijo á sus discípulos: «Con verdad os digo que vosotros, que me habéis seguido en la regeneración, cuando al Hijo del hombre estará sentado en la silla de su majestad, estaréis también sentados vosotros en doce sillas, juzgando las doce tribus de Is-