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San Agustín

más despreciado, esto es, á cualquiera que nos parece aqui despreciado, y por eso pase aquí inadvertido, porque á éste también le ve Dios y no le desprecia, ni, cuando juzga, se le pasa entre renglones sin hacer caso de él.



CAPÍTULO IV

Que para tratar del juicio final de Dios se alegarán primero los testimonios del Testamento Nuevo y después los del Viejo.


Los testimonios que pienso citar en confirmación de este último juicio de Dios, los tomaré primeramente del Testamento Nuevo, y despues alegaré los del Viejo; pues aunque los antiguos sean primeros en tiempo, deben preferirse los nuevos por su dignidad, porque los viejos son pregones que se dieron de los nuevos. Así que, ante todo, relacionaremos los nuevos, y para su mayor confirmación extractaremos también algunos de los viejos. Entre éstos se numeran la ley y los profetas, y entre los nuevos el Evangelio y las letras y escritos apostólicos. Por eso dice San Pablo (1): «que por la ley se nos manifestó el conocimiento del pecado; pero que ahora sin la ley se nos ha demostrado la justicia de Dios, la cual nos pregonaron y testificaron la ley y los profetas; y la justicia de Dios es la que se nos da por la fe de Jesucristo á todos cuantos creen en él». Esta justícia de Dios pertenece al Nuevo Testamento, y tiene su testimonio y comprobación en el Viejo, esto es, en la ley y los profetas, por lo que pondremos primero la causa, y después alegaremos los testigos. Este orden, el (1) San Pablo, ep. á los Romanos, cap. III.