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San Agustín

por su mala vida debiera estar consumido en tristeza, y que ande melancólico el otro, cuya loable vida nos persuade que debiera vivir alegre; que el inocente salga de los tribunales, no sólo sin que se le dé la justicia que merece su causa, sino condenado, ya sea oprimido por la iniquidad del juez, ya convencido con testigos falsos, y que, por el contrario, su rival, perverso en realidad, salga, no sólo sin castigo, sino que, libre y triunfando, se burle y mofe de él; que el malo disfrute de una salud robusta, y al bueno le consuman los achaques y dolencias; que los jóvenes bandidos que roban y aaltean anden muy sanos, y que los que á ninguno supieron ofender, ni aun de palabra, los veamos afligidos con varias molestias y horribles enfermedades; que á los niños que fueran útiles en el mundo no los permita la muerte lograr de la vida, y que los que parece que no debieran ni nacer, se gocen, y vivan dilatados años; que al que está cargado de culpas y excesos le eleven á honras y dignidades, y que el que es irreprensible en su conducta esté obscurecido en las tinieblas del deshonor, y todo lo demás que se experimenta semejante á estas desigualdades, que sería imposible resumirlo y relacionarlo aquí. Si esto tuviera en su sinrazón, á nuestro parecer, constancia; de forma, que en esta vida (en la cual el hombre, como lo dice el real Profeta (1): «Se ha hecho un retrato de la vanidad, y sus días se pasan como sombra»») no gozasen de estos bienes transitorios y terrenos sino los malos, ni tampoco padeciesen semejantes males sino los buenos, ¿pudiérase referir esto ai justo, ó al benigno juicio de Dios, á efecto de que los que no habían de gozar de los bienes eternos, considerándose bienaventurados con los temporales, ó quedasen burlados ó engañados por su culpa y malicia, ó por (1) Salmo 72.