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San Agustín

es decir, el último tiempo: porque aunque es incierto é inaveriguado cuántos días durará este juicio, ninguno ignora, por más ligeramente que haya leído la Sagrada Escritura, que en ella se suele poner el día por el tiempo. Cuando decimos el día del juicio de Dios, añadimos el último ó el postrero, porque también al presente juzga, y desde el principio de la creación del hombre juzgó, desterrando del Paraíso y privando del sazonado fruto que producía el árbol de la vida á los primeros hombres, por la enorme culpa que cometieron, y también juzgó: Quando Angelis peccantibus non pepercit, «cuando no perdonó á los ángeles transgresores de sus divinas leyes», cuyo príncipe, pervertido por sí mismo, con singular envidia pervierte á los hombres.

No, sin un profundo, impenetrable y justo juicio de Dios, lo mismo en el cielo aéreo, que en la tierra la mise.rable vida, así de los demonios, como la de los hombres,está tan colmada de errores y calamidades. Pero aun cuando ninguno pecara, no sin recto y justo juicio conservara Dios en la eterna bienaventuranza todas las criaturas racionales, que con perseverancia se hubieran unido con eu Señor. Juzga también, no sólo el linaje de los demonios y de los hombres, condenándotos á que sean infelices por el mérito de los primeros pecadores, sino las obras propias que cada uno hace, mediante el libre albedrío de su voluntad: porque también los demonios ruegan en el inflerno que no los atormenten; y ciertamente que no sin justo motivo, ó se les perdona, ó según au maldad, se da á cada uno su respectivo tormento y pena. Y los hombres casi siempre clara y á veces ocultamente pagan siempre por juicio de Dios las penas merecidas por sus culpas, ya sea en esta vida, ya después de la muerte, aunque no hay hombre que proceda bien y con rectitud sin auxilios y favor divino; ni hay demonio ni hombre que haga mal sin el per-