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LIBRO VIGÉSIMO


CAPÍTULO I

Que aunque Dios en todos tiempos juzga, en este libro señaladamente se trata de su último juicio.


Habiendo de tratar del último día del juicio de Dios, con los eficaces auxilios del Señor, y de confirmarlo y defenderlo contra los impíos é incrédulos, debemos primeramente sentar, como fundamento sólido de tan elevado edificio, los testimonios divinos. Los que no quieren prestarles su asenso, procuran impugnarlos con ra zones fútiles, humanas, falsas y seductoras, á fin de probar que significan otra cosa las autoridades que citamos de la Sagrada Escritura, ó negar del todo que nos lo dijo y anunció Dios. Porque en mi concepto no hay hombre mortal que los examinare, según se hallan declarados, y creyere que los profirió el sumo y verdadero Dios por medio de sus siervos, que no les reconozca autenticidad y veracidad, ya los confiese con la boca, ya, por algún vicio propio, se ruborice ó tema confesario; ya también pretenda defender obstinadamente con una pertinacia semejante del todo á demencia, lo que cree ser cierto. Lo que confiesa y aprueba toda la iglesia del verdadero Dios, que Cristo ha de descender de los cielos á juzgar á los vivos y á los muertos, este decimos será el último día del divino juicio,

Tomo IV.
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