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San Agustín

cia á los humildes, y por lo mismo dice la Escritura (1): «que Dios resiste á los soberbios y á los humildes da su gracia». Así que, en esta vida, la justicia que puede tener cada uno es, que Dios mande al hombre que le es obediente, el alma al cuerpo, y la razón á los vicios, aunque la repugeu, ó sujetándolos, ó resistiéndolos: y que así le pidamos al mismo Dios gracia meritoria y perdón de las culpas, dándole acción de gracias por los bienes recibidos. Pero en aquella paz final, adonde debe referirse, y en razón de alcanzarla, se debe tener esta justicia, porque estando sana y curada con la inmortalidad é incorruptibilidad, no tendrá ya vicios la naturaleza, ni habrá objeto que á ninguno de nosotros nos repugne y contradiga, así de parte de otro como de sí propio, ni habrá necesidad de que mande y rija la razón á los vicios, porque no los habrá: sino que mandará Dios al hombre, y el alma al cuerpo, y habrá allí tanta suavidad y facilidad en obedecer, cuanta fellcidad en el vivir y reinar. Esto allí en todos, y en cadauno será eterno, y de que es eterno estará cierto: y por eso la paz de esta bienaventuranza, ó la bienaventuranza de esta paz, será el mismo Sumo Bien.



CAPÍTULO XXVIII

Qué fin han de tener los impios.


Pero al contrario, la miseria de los que no pertenecen á esta ciudad será eterna, á la cual llaman también segunda muerte. Porque ni el alma podrá decirse (1) Santiago ep. Canon, cap. IV: y San Pedro, I. ep., of pitulo V.