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San Agustín

Apóstol á la Iglesia, que hiciese oración á Dios por sus reyes y por los que están constituídos en algún cargo ó dignidad pública, añadiendo (1): «para que pasemos la vida quieta y tranquila, con toda piedad y pureza». Y el profeta Jeremías, anunciando al antiguo pueblo de Dios cómo había de verse en cautiverio, mandándoles de parte de Dios que fuesen de buena gana y obedientes á Babilonia, sirviendo también á Dios con esta conformidad y resignación, igualmente les advirtió y exhortó á que orasen por ella, dando inmediatamente la razón (2), «porque en la paz de esta ciudad, dice, gozaréis vosotros de la vuestra», es á saber, de la paz temporal y común á los buenos y á los malos.



CAPÍTULO XXVII

De le paz que tienen los que sirven & Dios, cuya perfecta tranquilidad no se puede conseguir en esta vida temporal.


La paz, que es propia de nosotros, no sólo la disfrutamos en esta vida con Dios por la fe, sino que eternamente la tendremos con él, y la gozaremos no ya por la fe, ni por visión, sino claramente. Pero en la tierrala paz, asi la común como la nuestra propia, es paz; de manera que es más consuelo de nuestra miseria, que gozo de la bienaventuranza. Y con la misma justicia nuestra, aunque es verdadera, por el fin del verdadero bien á quien se refiere, con todo en esta vida es de tal conformidad, que más consta de la remisión de (1) San Pablo, I ep. á Timoteo, cap. II.

(2) Jeremias cap. XXIX.