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La ciudad de Dios

más son vicios que virtudes. Porque algunos opinan que las virtudes son verdaderas y honestas cuando se refieren á sí mismas, y no se desean por otro objeto; también en tal caso tienen su hinchazón y soberbia, y, por tanto, no se deben estimar por virtudes, sino por vicios; porque así como no procede de la carne, sino que es superior la carne, lo que hace vivir á la carne, así no viene del hombre, sino que es superior al hombre, lo que hace vivir bienaventuradamente al hombre, y no sólo al hombre, sino también á cualquiera potestad y virtud celestial.



CAPÍTULO XXVI

De la paz que tiene el pueblo que no conoce á Dios, de la cual se sirve el pueblo de Dios, mientras peregrina en este mundo.


Así como la vida de la carne es el alma, así la vida bienaventurada del hombre es Dios, de quien dicen los sagrados libros de los hebreos (1): «Bienaventurado es el pueblo cuyo Señor es su Dios». Luego miserable é infeliz será el pueblo que no conoce á este Dios. Sin embargo, este pueblo ama también cierta paz que no se debe desechar, la cual no tendrá al fin, porque no usa y se sirve de ella bien antes del fin; pero goza de ella en el interin en esta vida y también nos interesa á nosotros, porque entretanto que ambas Ciudades andan juntas y mezcladas, usamos también nosotros y nos servimos de la paz de Babilonia, de la cual se libra el pueblo de Dios por la fe, de forma que entretanto anda peregrinando en ella; por eso advirtió el (1) Salmo 148.