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San Agustín

te, sin tal vez haber pensado en ello, ya veremos cuán constante es este filósofo en lo que dice, ó cómo hace que concuerden entre sí los oráculos. En efecto; dice aquí que los judíos, como gente que conoce á Dios,juzgaron rectamente de Cristo, sentenciándole á la muerte más afrentosa. Luego debiera mirar lo que el Dios de los judíos, á quien abona con su testimonio, dice (1): «que al que sacrificare á los dioses, y no solamente á Dios, se le quite la vida». Pero vengamos ya á la explanación de asuntos más claros, y veamos cuán grande y poderoso confiesa ser el Dios de los judíos..

Preguntado Apolo cuál era mejor, el Verbo ó la ley, respondió, dice, en verso, lo que sigue: y después pone los versos de Apolo, entre los cuales se contienen éstos, por tomar sólo de ellos lo que es bastante. «Pero Dios, nos dice, es rey engendrador, y rey, ante todas las cosas, de quien tiemblan el cielo, la tierra y el mar, y tienen temor los abismos de los infiernos, y los mismos dioses: cuya ley es el Padre á quien adoran y reverencian los santisimos hebreos». Por este oráculo de su dios Apolo, dijo Porfirio que era tan grande el Dios de los hebreos, que le temblaban los mismos dioses. Habiendo, pues, dicho este Dios que incurriría en pena de muerte el que sacrificase á los dioses, me admiro cómo el mismo Porfirio, ofreciendo sacrificios á los dioses, notemió su última ruina.

Dice también este filósofo algunos elogios de Cristo como olvidado de aquella ignominia, de que poco antes tratamos, ó como si soñaran sus dioses cuando decían mal de Cristo, y al despertar conocieran que era bueno y con razón le alabaran. En efecto; como si fuera cosa admirable, «parecerá, dice, á algunos cosa extraña é increíble lo que voy á decir: que los dioses declararon á (1) Exodo, cap. XXII,