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San Agustín

san naciendo y muriendo, sino en la que perseveran inmortales, sin padecer adversidad, ¿quién hay que niegue que aquella vida es felicísima, ó que en su comparación ésta que aquí se pasa, por más colmada que esté de los bienes del alma y del cuerpo y de las cosas exteriores, no la juzgue por más que miserable? Con todo, el que pasa esta de manera que el uso de ella le endereza al fin de la otra, al cual ama ardientemente, y fielmente espera, sin ningún absurdo se puede ahora llamar también bienaventurado, más por la esperanza de allá que por la posesión de acá. Pero esta posesión sin aquella esperanza es una falsa bienaventuranza y grande miseria, porque no usa de los verdaderos bienes del alma, mediante á que no es verdadera sabiduría aquella con que en las cosas que discierne con prudencia, y hace con valor, modera con templanza y distribuye con justicia, no endereza su intención á aquel fin, donde será Dios el todo en todas las cosas con eternidad cierta é infalible y paz perpetua.

CAPITULO XXI Si conforme á las definiciones de Scipión, que trae Cicerón en su diálogo, hubo jamás República romana, Ya es tiempo que lo más sucinta, compendiosa y claramente que pudiéremos, se averigüe lo que prometí manifestar en el libro segundo de esta obra, es á saber, que según las definiciones de que usa Scipión en los li bros de la República de Cicerón, jamás hubo República romana; porque brevemente define la República diciendo que es cosa del pueblo, cuya definición, si es verdadera, nunca hubo República romana; porque nun-