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San Agustín

CAPÍTULO XIX

Del hábito y oostumbres del pueblo cristiano.


Nada interesa á esta Ciudad el que cada uno siga y profese esta fe en cualquier traje ó modo de vivir, como no sea contra los preceptos divinos, pues con esta misma fe se llega á conseguir la visión beatífica de Dios y la posesión de la patria celestial, y así hasta los mismos filósofos, cuando se hacen cristianos, no los compele á que muden el hábito, uso y costumbre de sus alimentos que nada obstan á la religión, sino sus falsas opiniones.

Por eso la diferencia que trae Varrón en el vestir de los cínicos, si no cometen acción torpe ó deshonesta, no cuida de ella; pero en los tres géneros de vida, ocioso, activo, y compuesto de uno y otro, aunque se pueda en cada uno de ellos pasar la vida sin detrimento de la fe, y llegar á conseguir los premios eternos, todavía importa averiguar qué es lo que se profesa por amor de la verdad, y qué es lo que se emplea en el oficio de la caridad; porque ni debe estar uno de tal manera ocioso que en el mismo ocio no piense ni cuide del provecho de su prójimo, ni de tal conformidad activo, que no procure la contemplación de Dios. En el ocio no le debe entretener y deleitar la ociosidad, sin entender en nada sino la inquisición, ó el llegar á alcanzar la verdad, de forma que cada uno aproveche en ella, y que lo que hallare y alcanzare lo posea y goce y no lo envidie á otro, y en la acción no se debe pretender y amar la honra de esta vida, ó el poder, porque todo es vanidad lo que hay debajo del sol, sino la misma obra que se hace por aquella honra ó potencia, cuando se hace bien y útilmente, esto es, de manera que valga para aquella salud