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La ciudad de Dios

aquella paz, porque la vida de la Ciudad efectivamente no es solitaria, sino social y política.



CAPÍTULO XVIII

Que la duda que la nueva Academia pone en todo, es contraria á la certidumbre y constancia de la fe cristiana.


Por lo respectivo á la diferencia que cita Varrón, alegando el dictamen de los nuevos Académicos, que todo lo tienen por incierto, la Ciudad de Dios totalmente abomina de semejante duda, reputándola como un disparate ó desvarío, teniendo de las cosas que comprende con el entendimiento y la recta razón, cierta ciencia, aunque muy escasa, por causa del cuerpo corruptible, que comprime al alma, porque como dice el Apóstol (1): «en parte sabemos»; y en la evidencia de cualquiera materia cree á los sentidos, de los cuales usa el alma por medio del cuerpo, porque más infelizmente se engaña quien cree que jamás se les debe dar asenso. Cree asimismo en la Sagrada Escritura del Viejo y del Nuevo Testamento, que llamamos canónica, de donde se concibió y. dedujo la misma fe con que vive el justo, por la cual sin incertidumbre alguna caminamos mientras andamos peregrinando, ausentes de Dios. Y salva ella, quedando en su vigor y certidumbre, sin que con razón nos puedan reprender, dudamos de algunas cosas que no las hemos podido penetrar, ni con el sentido, ni con la razón, ni hemos tenido noticia de ellas por la Sagrada Escritura, ni por otros testigos á quienes fuera un absurdo y desvarío no dar crédito.

(1) San Pablo, I ep. á los Corintios, cap. XIII.