Página:La ciudad de Dios - Tomo IV.pdf/164

Esta página no ha sido corregida
162
San Agustín

que cuidan y miran por los otros, como el marido á la mujer, los padres á los hijos, los señores á los criados, y obedecen aquellos por quienes se cuida, como las mujeres á sus maridos, los hijos á sus padres, los criados á sus señores. Pero en la casa del justo, que vive con fe y anda todavía peregrino y ausente de aquella Ciudad celestial, hasta los que mandan sirven á aquellos á quienes les parece que mandan; mediante á que no mandan por codicía ó deseo de gobernar á otros, sino por propio ministerio de cuidar y mirar por el bien de los otros, ni por ambición de reinar, sino por caridad de hacer bien.



CAPÍTULO XV

De la libertad natural y de la servidambre, cuya primera causa es el pecado, por lo cual el hombre que es de perverse.


voluntad, aunque no sea esclavo de otro hombre, lo ea de su propio apetito.

Esto es ley del orden natural, y así crió Dios al hombre: «Sea señor, dice, de los peces del mar, de las aves del aire y de todos los animales que andan sobre la tierra» (1). El hombre racional que crió Dios á su imagen y semejanza, no quiso que fuese señor sino de los irracionales; no quiso que fuese señor el hombre del hombre, sino de las bestias solamente. Y así á los primeros hombres santos y justos más los hizo Dios pastores de ganados que reyes de hombres, para darnos á entender de esta manera qué es lo que exige el orden de las cosas criadas y qué es mérito del pecado.

(1) Génesis, cap. I.