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San Agustín

paz eterna. Por lo cual, si fuésemos animales irracionales, no apeteciéramos otra cosa que la ordenada templanza de las partes del cuerpo, y la quietud y descanso de los apetitos; así que, nada apeteciéramos fuera del descanso de la carne y la abundancia de los deleites, para que la paz del cuerpo aprovechase á la paz del alma: Porque en faltando la paz del cuerpo se impide también la paz del alma irracional, por no poder alcanzar el descanso y quietud de los apetitos. Y lo uno y lo otro junto aprovecha á aquella paz que tienen entre sí el alma y el cuerpo; esto es, la ordenada vida y salud. Porque así como nos muestran los animales que aman la paz del cuerpo cuando huyen del dolor, y la paz del alma, cuando por cumplir las necesidades de los apetitos siguen el deleite, asi huyendo de la muerte, bastantemente nos manifiestan cuánto amen la paz con que se procura la amistad del alma y del cuerpo.

Pero como el hombre posee alma racional, todo esto que tiene de común con las bestias lo sujeta á la paz del alma racional, para que pueda contemplar con el entendimiento, y con esto hacer también alguna cosa, para que tenga una ordenada conformidad en la parte contemplativa y activa, la cual dijimos que era la paz del alma racional, Debe, pues, querer que no le moleste el dolor, ni le perturbe el deseo, ni le deshaga la muerte, para poder conocer alguna cosa útil é importante, y según este conocimiento, componer y arreglar su vida y costumbres. Mas para que en el mismo estudio del conocimiento, por causa de la debilidad del entendimiento humano no incurra en el contagio y peste de algún error, tiene necesidad del magisterio divino, á quien obedezca con certidumbre, y necesita de su auxilio para que obedeza con libertad. Y porque (1) (1) San Pablo, II, ep. á los Corintios, cap. V.

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