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San Agustín

dejan á su curso natural, todo aquel tiempo está como peleando por la disgregación de humores cuyas exhalaciones molestan nuestros sentidos, porque esto es lo que se siente en el hedor, hasta que combinándose con los elementos del mundo, parte por parte y paulatinamente se reduzca á la paz y sosiego de ellos; pero sin derogar en, nada las leyes del sumo Criador y ordenador que administra y gobierna la paz del universo, pues aunque del cuerpo muerto de un animal grande nazcan animalejos pequeños, por la misma ley del Criador, todos aquellos cuerpecitos sirven en saludable paz á sus pequeñas almaa. Y aunque las carnes de los muer tos las coman otros animales, y se extiendan y derramen por cualquiera parte, y se junten con cualesquiera, y se conviertan y muden en cualesquiera cosa, al fin encuentran las mismas leyes difusas y derramadas por todo cuanto hay para la salud y conservación de cualquiera especie de los mortales, acomodando y pacificando cada cosa con su semejante y conveniente.



CAPÍTULO XIII

De la paz universal, la cual, por las leyes naturales, no puede ser turbada indefinidamente.


La paz del cuerpo es la ordenada modificación y templanza de las partes. La paz del alma irracional, la ordenada quietud de sus apetitos. La paz del alma racional, la ordenada conformidad y concordia de la parte contemplativa y activa. La paz del cuerpo y del alma, la vida metódica y la salud del animal. La paz del hom—bre mortal y de Dios inmortal, la concorde obedien-