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La ciudad de Dios

de éste era una solitaria y flera cueva, y él, tan singular en malicia, que de ella tomaron ocasión para llamarle Caco, que en griego quiere decir malo, y aunque no tenía mujer que le divirtiese en suaves y amorosas conversaciones, ni pequeños hijos con quienes poder alegrarse, ni grandes á quienes mandar, ni gozase del trato familiar y conversación de ningún amigo, ni de la de su padre Vuleano, á quien por solo esto podemos decir que se le aventajó, y fué no poco más dichoso, en que no engendró otro tal monstruo como él, y aunque á ninguno diese cosa alguna sino á quien podía le quitase todo lo que quería, con todo, en aquella solitariacueva cuyo suelo, como le pintan, «siempre estaba regado de sangre fresca ó recien vertida», no quería otra cosa que la paz, en la cual ninguno le molestase, ni fuerza ni terror de persona alguna le turbase su quietud. Finalmente, deseaba tener paz con su cuerpo, y cuanto tenía, tanto era el bien de que gozaba, porque mandaba á sus miembros que le obedeciesen puntalmente. Y para poder aplacar con toda la diligencia que podía su naturaleza, sujeta á la muerte, que por la falta que sentía se le rebelaba, exponiéndole una irresistible rebelión de hambre á dividir y desterrar el alma del cuerpo, robaba, mataba y engullía, y aunque inhumano y fiero, miraba fiera y atrozmente por la paz y tranquilidad de su vida y salud. Y así, si la paz que pretendía tener en su cueva y en sí mismo la quisiera también con los otros, ni le llamaran malo, ni monstruo, ni semi—hombre. Si la forma de su cuerpo, con vomitar negro fuego, espantaba á los hombres para que huyesen y no se asociasen con él, quizá era cruel, no por codicia de hacer mal, sino por la necesidad de vivir. Pero tal hombre, ó nunca le hubo, ó, la que es más creíble, no fué cual nos le pinta la ficción poética. Porque si no cargaran tanto la mano en enca-