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San Agustín

á los que es menester instruirlos asf, ó es justo que sean engañados. Es necesaria grande misericordia de Dios para que ninguno, cuando piensa que tiene por amigos á los ángeles buenos, no tenga por amigos fingidos á los malos demonios, que le sean enemigos, tanto más dañosos y perjudiciales cuanto son más astutos y engañosos. ¿Y quién tiene necesidad de esta particular misericordia divina sino la grande miseria humana, que está tan oprimida de la ignorancia, que fácilmente se deja engañar con la ficción de estos? Así, pues, los filósofos que dijeron en la impía Ciudad que los dioses eran sus amigos, indudablemente encontra.ron y dieron en manos de los malignos demonios, á quienes toda aquella Ciudad está sujeta, para tener con ellos al fin la pena eterna; porque de sus ceremonias sagradas,. ó, por mejor decir, sacrílegas, con que creyeron que los debían reverenciar, y de sus juegos y flestas abominables, donde celebran sus culpas y torpezas, con que se persuadieron que debían aplacarlos, siendo ellos propios los autores de tales y tan grandes ignominias, bien claramente se puede echar de ver quiénes son los que adoran.



CAPÍTULO X

Del fruto que les está aparejado á los santos por haber vencido las tentaciones de esta vida.


Ni los santos ni los fieles que adoran á un solo, verdadero y sumo Dios, están seguros de los engaños y varias tentaciones, porque en este lugar propio de la flaqueza humana, y en estos días malignos, aun este cuidado y solicitud no es sin provecho, para que busquemos con más fervorosos deseos el lugar donde hay