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La ciudad de Dios

ra (1): «¿Acaso no es tentación toda la vida del hombre sobre la tierra?» Y por eso dice el mismo Señor (2) «Înfeliz. del mundo por los escándalos»: y en otra parte (3); «Por la abundancia de los pecados se resfría la caridad». De aquí que nos demos el parabién, y nos alegremos cuando mueren los buenos amigos, y que cuando su muerte más nos entristece, nos dé más cierto el consuelo, considerando que se han librado ya de los males con que en esta vida, aun los buenos, ó son combatidos y afligidos, ó desdicen de su bondad y se estragan, ó por lo menos de lo uno y de lo otro corren riesgo.



CAPÍTULO IX

Cómo la smistad de los ángeles buenos no puede ser maniflesta á los hombres en este mundo por los engaños de los demonios.


Aunque en la sociedad y comunicación que tenemos con los ángeles buenos (la cual pusieron los filósofos que opinaron que los dioses eran nuestros amigos, en el cuarto lugar, subiendo desde la tierra al mundo, para comprender en su sistema también el cielo), por ningún pretexto sostenemos que semejantes amigos nos causen tristeza, ni con su muerte, ni con desdecir de su bondad, con todo, no nos tratan con la familiaridad que los hombres (lo cual pertenece también á las miserias de esta vida), y algunas veces Satanás, según leemos (4): «se [transfigura en ángel de luz», para tentar (1) Job., cap. VII.

(2) San Mateo, cap. XVIII.

(8) San Mateo, cap. XXIV.

(4) San Pablo, II ep. á los Corintios, cap. II.